martes, 12 de mayo de 2009

QUEREMOS REGALAR SONRISAS

Este cuento lo ha escrito una alumna de 4º de ESO que se llama Gema Ramírez.
Os recomiendo su lectura. Tiene gran madurez expresiva y un interesante mensaje.

Daniel se detuvo, emocionado, frente a un gran escaparate lleno de luces. Tras el cristal, un lustroso Papá Noel sonrosado bailaba al son de los villancicos que reproducía un viejo gramófono. Sonriente, miró a su padre y le lanzó una súplica muda.
—Pero no podemos entretenernos demasiado, Daniel —le recordó.
Daniel asintió, sumiso.
La tienda olía a nuevo. Estaba repleta de padres e hijos que, como ellos, acudían allí por aquella época a buscar el regalo perfecto para los más pequeños. Daniel se paseó entre las grandes estanterías repletas de juguetes, deslizando sus inquietos ojos por todas aquellas pequeñas maravillas, esperando encontrar alguna especial entre ellas.
Había un expositor giratorio en el centro de la tiendecita. A él se asomaban coquetos ositos de peluche, pero lo reclamaba la atención de Daniel era un payaso de inmensa sonrisa y
grandes ojos azules. Entusiasmado, el niño se acercó al muñeco y lo contempló de cerca. Estaba hecho de tela y rellenado con algún material blando. El maquillaje le ocupaba todo el rostro, resaltándole el intenso rojo de los labios y dos enormes estrellas en las mejillas. Llevaba el pelo muy rizado, enmarañado y rubio. No quedaban muchos como aquel en la tienda, y a Daniel le encantó.
—De mayor quiero ser payaso, papá —comentó—. ¿Podemos llevárnoslo? Por fa
vor...
Su padre esbozó media sonrisa y asintió. Daniel le sonrió alegremente.

Un par de horas más tarde, Daniel y su padre habían comprado ya todo lo necesario para la cena de Navidad de aquella noche. El niño portaba orgulloso bajo el brazo aquel payaso, exhibiendo sonrisas casi idénticas. Además, con su mano libre degustaba algunas de las chocolatinas que había conseguido poco antes.
Desde los aparcamientos de las galerías comerciales aún era visible el enorme árbol de Navidad que habían colocado a la entrada del recinto, una maravilla de luces y guirnaldas que hacía las delicias del modesto pueblo en el que vivían. A Daniel le maravillaba el pa
rpadeo de todas aquellas bombillas encendidas a la vez.
Fue entonces cuando descubrió a un chiquillo que debía ser poco mayor que él revolviendo entre unos contenedores. Estaba solo, era noche cerrada y hacía frío, por lo que Daniel se sintió intrigado por sus actividades en aquel lugar.
—Papá, ¿qué hace aquel niño?
—Buscará algo, Daniel. No lo mires. Date prisa.
Daniel, que sabía que su padre siempre llevaba la razón, obedeció.

En el coche, tras acomodar a su payaso en el asiento trasero junto a su silla de viaje, volvió a buscar al niño con la mirada. Le pareció que su padre tenía razón, porque indudablemente estaba buscando algo. Daniel se preguntó entonces si quizá buscaba un juguete... Miró a su payaso, y una vez más decidió que de mayor sería como su nuevo amigo, y haría feliz a la gente.
Pero aquel niño no parecía muy contento. Y Daniel, dispuesto a comenzar desde aquel momento su vida como payaso que regala sonrisas, se desabrochó el cinturón de su silla, tomó a su payaso y abrió la puerta del vehículo. El chiquillo que buscaba juguetes lo miró, intrigado. Lo que Daniel vio en la tristeza de sus ojos no le gustó, pero de repente cayó en la cu
enta de que no podía darle a nadie su payaso: era suyo y lo quería. Y también supo que él no seguiría siendo feliz si perdía a su nuevo amigo tan pronto.
—¿Qué haces, Daniel? —se extrañó su padre—. Cierra la puerta.
—Vale...
El coche arrancó, y pronto las luces del árbol de Navidad se difuminaron en la distancia.

Al año siguiente por aquellas mismas fechas, le regalarían un teclado electrónico, y entonces Daniel decidiría que de mayor quería ser músico. Porque la música hace feliz a la gente.

Historia original de Gema Ramírez, 4ºESO-B


Dibujo realizado por Elena Ramírez, 1º ESO-B