jueves, 11 de junio de 2015

IV CERTAMEN LITERARIO TURANIANA





MENCIÓN EXTRAORDIANARIA
BACHILLERATO



"LUTHER"
José Luis Fernández Utrera
1º Bachillerato C

               Las tinieblas se cernían sobre los ciclópeos chapiteles de la ciudad, creando contrastes y contornos afilados sobre el fondo de la luna. Algo inefable acompañaba la llegada de la noche, una ectoplasmática sensación de gelidez y la agitación de los densos bosques en la lejanía. Una apatía colectiva reinaba en la ciudad por la noche. Mientras las buenas gentes corrían a sus moradas para cerrar a cal y canto, otras, no tan buenas, tomaban las calles detestables y húmedas. La avaricia por el dinero fácil hacía de los cortagargantas y los callejones un lienzo, estampado con el sello escarlata de otra víctima que moría con la seguridad de que su dinero acabaría viajando a través de las venas de su agresor, amén.
Entre prostitutas y proxenetas, etre mendigos y camellos caminaba Luther. Él no se sentía mejor que nadie, pues había salido de la misma cloaca que el resto, tampoco tenía grandes aspiraciones ni sueños de plata, pues sabía que el último tren abandonó la estación hace tiempo. Se limitaba  a pasear mientras fumaba, a Luther les fascinaba ver el humo gris salir ondulado mientras lo soltaba. Luther era heredero de un linaje maravilloso: un abuelo violador al que lincharon en prisión, una madre alcohólica, depresiva y con miedo al rechazo y un padre al que un gángster le vació un cargador de 9 mm por una deuda de heroína, con tan maravillosos progenitores, cualquiera esperaba que cumpliera la mayoría de edad en un correccional o algo peor. No obstante, tuvo suerte, no en balde, ya que fue repentinamente acogido por un desconocido familiar que le dio un hogar, una identidad y una pasión. Luther adoraba los libros- ¿Qué, en serio?- Pues si, desde muy joven su tío  Butch había estado leyéndole una muy diversa variedad de libros, desde cuentos infantiles a prosa fantástica, y más tarde cuando tuvo edad suficiente, el mismo se zambuyó en un vasto mar de letras, desde los clásicos de Grecia y Roma hasta autores más posteriores, como Proust, Nietzsche, Bakunin, Shakespeare, Bukowski, E. Alan Poe, H. P. Lovecraft y un largo etcétera.

               A pesar de que su tío Butch lo pensaba, su sobrino no era una  persona muy inteligente, aprendió a hablar bastante tarde, era socialmente inepto, le costaba muchísimo hacer cálculos matemáticos de cabeza… Os hacéis a la idea. No obstante, no vayáis a pensar que el bueno de Luther no tenía ninguna cualidad, pues si que la tenía: una enorme capacidad creativa. Pero no para dibujar (pues por más y más que lo intentase sus dibujos, aunque muy originales, no eran  nada buenos ), ni para la música (mejor no hablar de ello…), sino para las letras. Luther se recreaba en sus mundos, creados por él mismo, y más que narrar historias inventadas, creaba un  universo repleto de vida y personajes y se convertía en un testigo invisible de los acontecimientos que ellos, no él, iban desencadenando. Además Luther era capaz de viajar en sueños a escenarios recreados por su brillante imaginación de libros que había leído. Ahora con 18 años recién cumplidos, paseaba por las malsanas calles, cabizbajo, con las manos metidas en los bolsillos de su cazadora y un cigarrillo entre los labios. Abandonó las callejuelas, estrechas y lúgubres y caminó 20 minutos en línea recta, cruzando varias calles hasta llegar al “Wretched Sapwn” su lugar favorito de la ciudad.

                     Era un anticuario, de esos pequeños y polvorientos, con estanterías abarrotadas que forman pasillos estrechos, de esos en los que el interior está apenas iluminado por tenues bombillas, pero eso era parte del encanto del lugar, el escaparate de la tienda era una cristalera ahumada, casi opaca, con una recreación del demonio Pazuzu estampado en grande. Luther sorteó la puerta haciendo titilar la campanita que daba la bienvenida, tras el mostrador estaba escondido tras unas enormes gagas y un periódico de letras grandes, su amigo Giovanni. Se trataba de un inmigrante, como habrás adivinado, venido de Italia, un anciano de tez morena y arrugada, con cejas tupidas, un pelo escaso y cano y una nariz enorme




-         Buenos días, chaval- saludó Giovanni apartando la vista de su lectura.
-         Buenas, ¿cómo va eso?
-         Pues como siempre, pasado mañana recibo otro lote, hay algún cliente interesado, lo dejo caer.
-         Oído, gracias.
Pasear la vista por las estanterías de aquel lugar era un completo desfile de emociones para Luther, allí había tarros llenos de dientes humanos, botes de formol con retorcidos órganos flotando en su interior, libros de épocas remotas, estatuillas de madera y bronce, tallas de marfil, obras de arte de apariencia etrusca… El olor a añejo de aquel lugar bastaba para desatar la imaginación del, como Giovanni lo llamaba, chaval.
Después de la ruta, entró en la trastienda, el viejo le dejaba entrar allí cuando quisiera, incluso había adaptado un espacio para su joven amigo, gracias a un pupitre, una silla de respaldo alto y una gran lámpara. Sobre el pupitre había una pila de libros amontonados, él abrió el primero por el marcapáginas y se metió de cabeza en una novela de caballerías, escrita en el renacimiento, aunque esa era muy posterior, y voló a través de la verde campiña, cabalgó por caminos pedregosos, se enfrentó en justa lid a sus adversarios lanza en ristre, galanteó doncellas y festejó con vino sus victorias. Para cuando levantó la cabeza, su amigo estaba frente a él sonriendo:
-         Vamos a cerrar, chaval
-         Dios, ¿qué hora es?
-         Tarde
-         Joder, mi viejo se va a cabrear
-         Entonces corre, yo cierro
-         ¿Seguro?
-         Sí, sí, date prisa
Se levantó, sin siquiera cerrar el libro, salió a toda prisa de la tienda, y corrió a su casa.

Luther llegó a casa. Tras la reprimenda y otras actividades a las que daremos menos importancia, se fue a dormir. Y soñó…
Soñó estar en medio del océano, el agua era densa como el aceite y el sol formaba columnas de luz iridiscente al penetrar con fuerza las aguas. Las corrientes desplazaban a Luther a velocidades surrealistas por las aguas torrentosas, acompañado por grotescas criaturas de fisonomía imposible. En ocasiones era rozado por estas. El tacto del limo, que sus quitinosos exoesqueletos exudaban, era espantoso, y notar el susurro de un millar de patas por sus extremidades lo era aún más. Con el corazón oprimido, pestañeó y ya no estaba en el océano (si bien su piel seguía húmeda), sino en un corredor tallado en piedra. La oscuridad lo envolvía todo, pero Luther sintió que la oscuridad no sería un problema y todo se llenó de luz, cada recoveco, cada veta, cada talla, y al acariciar los paneles y notar el tacto de la piedra Luther sintió que el mineral que dormía ante él procedía de otros tiempos, de mares olvidados y océanos en condena, y ni el polvo de los eones se atrevía a profanar los grabados que yacían incorruptos.
Deslizando la mano por la piedra fue transportado a un tiempo primigenio. Y escuchad lo siguiente:
“Si el tiempo tuvo un principio, Demeogôd estuvo allí para verlo. Proscrito de un universo por el que vagaba, mártir sin causa, desovado y arrojado antes de que el polvo estelar crease las estrellas, él se movía como un cuerpo celeste más. Este ser, maldecido, del tamaño de una constelación, portador de la verdad que arrojará el caos sobre el cosmos, habita”. Y Luther sintió un enorme pesar en su pecho, al pensar inconscientemente que cuando la razón duerme, monstruos surgen del cementerio de recuerdos.



IV CERTAMEN LITERARIO TURANIANA




SEGUNDO CICLO PRIMER PREMIO
 
EL BOSQUE DE LA VIDA
Carlos Boxill Gilabert, 3º ESO A

                      En las tierras de la Antigua Grecia, se cuentan historias sobre un lugar el cual, solo unos pocos tuvieron la suerte de verlo.
                     La  historia decía que aquel lugar misterioso  era un fantástico bosque, era un lugar muy vivo, donde todos los animales, árboles etc… eran de colores muy alegres. En aquel mundo desconocido para algunos, todo estaba unido  por la naturaleza, por eso, las personas que han podido llegar a contar esta historia le pusieron el “bosque de la vida”. Para poder acceder a este mundo, según la leyenda, tenía que ser bendecido por los dioses, por eso, aquellos guerreros con las habilidades de un semidios y con el corazón puro podían elegir entre la vida en aquel mundo, siendo inmortales , o seguir siendo mortales en su tierra. Allí podían construirse su casa en unos árboles gigantes donde habitaban con todos los seres vivos del lugar y aquellas personas que incumplieran las normas serían expulsadas.

                      El Bosque de la Vida tenía un paisaje tan vivo que hasta parecía que las piedras tenían vida. Cuando anochecía, una aurora boreal bañaba el cielo con sus estrellas y una gran explosión de colores. Este bosque era un lugar puro, ya que no había nada de contaminación y siempre había una temperatura estable para que sus habitantes no tuviesen frío ni calor. Según cuenta la historia, este sitio está cerca del Olimpo de los Dioses de Grecia y ellos eran los que protegían el bosque.
                     Lo único malo que tenía este paisaje era que cuando el cielo está vacío, sin ninguna estrella, y lo único que iluminaba el bosque era la luna, se volvía un lugar muy peligroso. En este bosque había una zona muy especial, porque había una parte donde siempre nevaba, pero no hacía frío, y los  árboles estaban cubiertos de nieve. Por esa zona había animales acostumbrados al frío, como osos polares, pingüinos, etc. Cuando se adentraban en el bosque, pudieron observar que era muy frondoso y que había plantas de todo tipo, ya que se acostumbraban a vivir en ese ambiente.

                     El bosque estaba rodeado de montañas, menos por una pequeña parte que daba a un lago donde los animales iban a bañarse y a beber agua. En esta zona, nunca faltaba agua, porque había muchos ríos que desembocaban en el lago. Cerca del lago, había un árbol muy especial, al que llamaban el Gran Árbol, donde cientos de familias de animales vivían en sus troncos y se alimentaban de los frutos del árbol. En este bosque hace cientos de años que no va ningún ser humano, pero corren rumores de que dentro de poco, un príncipe de un imperio lejano tendrá el placer de poder viajar allí, junto con su dulce mujer. Ellos rezan todas las noches a los dioses para que llegue ese momento.